Lo contagioso de una idea

Pensemos nuevamente en el alcance que ha tenido el virus, y detengámonos a reflexionar sobre la manera en que la gran parte de la población veía el problema como algo que hacía parte de unos pocos, en un país lejano y diferente.

Son incontables las reflexiones que se han hecho a partir de esta situación atípica que vivimos, y cada una de ellas parece llegar a conclusiones diferentes acerca de las lecciones que nos ha dejado la pandemia. Algunos reclaman más humildad, otros reivindican el cuidado del medio ambiente, otros hacen un llamado por la distribución equitativa de la riqueza. Sin embargo una de esas tantas reflexiones tuvo un impacto considerable sobre mi percepción del mundo actual, por lo que quisiera empezar, antes que nada, compartiéndola aquí.

La magnitud de la población mundial se nos escapa normalmente de nuestras vidas cotidianas. Cuántos países, ciudades, historias, personas, trabajos, sueños, todos y cada uno viviendo una situación inimaginable. Un paro en seco, un alto en el camino, un tachón en la agenda. Pensemos nuevamente en el alcance que ha tenido el virus, y detengámonos a reflexionar sobre la manera en que la gran parte de la población veía el problema como algo que hacía parte de unos pocos, en un país lejano y diferente. Y ahora pensemos en que el virus ahora nos toca la puerta de nuestras casas.

Por más de que nuestro egoísmo nos haya cegado anteriormente, la apocalíptica situación mundial nació irremediablemente de una sola persona. Fue una sola persona la que se contagió inicialmente, y vaya impacto que ha tenido. Normalmente tendemos a minimizar el impacto de las acciones individuales y el alcance, pero sin duda es momento de revaluar muchas concepciones que han hecho imposible la acción colectiva en temas de importancia indiscutible para la humanidad.

En este caso fue un virus letal, que empezó en una persona allá en un país lejano y desconocido, y por ser altamente contagioso ya ha llegado a los lugares más recónditos del mundo. Pero… ¿Acaso no siempre hemos creído que lo que haga una sola persona no importa? ¿Para qué dejar de usar pitillos si lo que haga yo solo no va a salvar el océano? ¿Para qué voy a reducir lo que gasto en electricidad o en agua si igual yo solo no podré ahorrar nada? ¿Para qué voy a salir a votar si igual es solo mi voto contra todos los demás no significa nada?

Para mí, el mundo en el 2060 es un mundo en que las personas se han dado cuenta de la importancia de las pequeñas acciones individuales. Un mundo en el que hayamos perdido el miedo en creer en una idea que pueda cambiar el planeta entero, pero sobre todo en el que no volvamos jamás a desconfiar en el poder que tiene una sola persona con un sueño. Un mundo en el que cada uno de nosotros está dispuesto a poner su granito de arena sin esperar a que otros lo hagan.

El mundo será un lugar en donde las personas no tendrán miedo de empezar consigo mismos porque esta pandemia les ha enseñado de mala gana, como algo puede empezar con una magnitud minúscula y alcanzar a tocar a billones de personas. Y al mismo tiempo, en donde comprenderemos de una vez por todas, la importancia del cuidado y respeto de la vida de cada una de las personas que habita el planeta, pues las reconocemos sobre todo, como parte esencial de un todo orgánico en el que nuestras acciones repercuten más allá de nuestra visión.

Programa de Comunicación Social - Uninorte (Barranquilla)

Miradas desde Colombia

Estudiantes de Comunicación Social de la Universidad del Norte realizan su aporte a este proyecto colectivo presentando sus reflexiones y la de miembros de sus círculos sociales en torno al llamado propuesto por el Altas de Imaginación Cívica.

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