Abasolo 108

El principal cambio que existió en estos cuarenta años, fue la posibilidad de darnos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones

By Pedro T. from Santa María Tepepan in Mexico

El principal cambio que existió en estos cuarenta años, fue la posibilidad de darnos cuenta de las consecuencias de nuestras acciones. Esto ha dado pie a que podamos cambiar. Hemos reflexionado sobre la importancia de nuestra salud, hemos decidido cuidarnos. Se es consciente de la importancia de comer de una manera saludable, de hacer ejercicio y de la salud mental. Esto ha brindado la posibilidad de vivir bien y más felices. Hemos cuestionado las supuestas acciones normalizadas de discriminación: el trabajo doméstico, la explotación laboral, el acoso, etc. Al igual, se han penalizado y eliminado poco a poco la violencia y los actos dañinos contra la sociedad, esto por medio de la conciencia. Hemos cambiado nuestros hábitos en cuanto a las redes sociales y la tecnología. Esto no quiere decir que ha desaparecido, en lo absoluto, sino que se ha cambiado el uso de estas, buscando orientarlas para la utilidad de la vida cotidiana del ser humano. Por último, nos hemos dado cuenta de la importancia de la familia y los amigos. Se dan abrazos más fuertes que nunca y se aprovecha el tiempo con los demás al máximo.

Mis abuelos llegaron a Tepepan en el año 1976. Tepepan es un pequeño pueblito que se encuentra en Xochimilco, en la Ciudad de México. Compraron un terreno en donde no había nada construido, solo había una iglesia y un kiosko. Junto con sus cinco hijos, comenzaron a construir su casa enfrente de una calle empedrada. La hicieron conforme a lo que necesitaban y lo que tenían, poco a poco. No había prisa. Esto hasta que llegó el temblor de 1985. Su casa anterior que estaba en el centro de Xochimilco, se cayó. Tuvieron que mudarse de imprevisto y vivieron tiempos difíciles. Sin embargo, se recuperaron fácilmente y siguió la construcción. Los cuartos se terminaron, se repartieron los cinco hijos. Dos en una recámara, dos en otra y uno en otra. Poco a poco comenzaron a trabajar en el jardín. Pusieron el pasto, sembraron un árbol de guayabas, un árbol de granadas y un árbol de limones. Comenzaron a llenar toda la casa con macetas con flores diferentes. Hicieron una terraza en la parte trasera del jardín para comidas familiares. En la sala mi abuela comenzó con su colección de campanas y mi abuelo siguió con la suya de cruces. Después llegó otra hija, tuvieron que acomodarse para que cupieran todos. Comenzaron a alzarse construcciones en los alrededores. Varias casas, una tiendita, una carnicería, un puesto de quesadillas y un altar a la Virgen de Guadalupe. Pasaba la señora de los tamales y el señor de los camotes, de vez en cuando mis abuelos compraban tamales para desayunar y camotes para cenar con sus seis hijos. 


Se comenzaron a ir los hijos. Primero Bertha, luego Laura, y después Polo. Pasó el tiempo y llegaron algunos nietos. La casa se llenaba cada vez más en las comidas familiares. Se tuvieron que comprar juguetes y casitas de plástico que eran decoraciones cotidianas de la casa. Algunas se rompían, pero en la casa de Abasolo todo se arreglaba. Después se fueron los siguientes tres hijos. Primero Eduardo, luego Juan y al final Guadalupe. Pero la casa no se quedó vacía. Siempre había algún amigo, nieto o hijo en la casa. Al igual que siempre estaban los dos perros que ocupaban un lugar importante en la familia. Los perros no habían sido los mismos desde que se había llegado a la casa. Se habían ido algunos y se había llorado por ellos. Pero tiempo después llegaban nuevos perritos que eran la compañía incondicional de mis abuelos. Los nietos fueron creciendo y cuando se quedaban a dormir, los abuelos seguían bajando a comprarles tamales en la mañana y camotes en la noche. Los sillones viejos se tapizaban con nuevas telas y quedaban como nuevos. En la casa de Abasolo nada se tiraba, todo se arreglaba. Llegaron 10 nietos y las comidas en la terraza fueron más y más grandes. El pueblo se llenó de casitas y algunas tienditas más.


La casa en Abasolo sigue ahí, el pueblo de Tepepan sigue ahí, la carnicería, el puesto de quesadillas, la tiendita y el altar a la Virgen de Guadalupe siguen ahí. Sigue pasando la señora de los tamales y el señor de los camotes, sigue la calle empedrada, la iglesia y el kiosko, sigue el árbol de granada, el árbol de limones y el árbol de guayabas, sigue la terraza para las comidas familiares y también siguen las comidas familiares, sigue la colección de cruces de mi abuelo y la colección de campanas de mi abuela, siguen mis abuelos ahí y sigue todo lo que representa Abasolo para mí, tiempo bueno, tiempo bonito. Al pensar en el futuro me gusta pensar en esa casa y en mis abuelos. A pesar de que las cosas cambien, esa calle empedrada nunca dejará de ver el amor que existió y existe en esa casa.

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